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 Testando a mota 
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Aventureiro
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Mensagem Testando a mota
Olá amigos. Para finais do mes de julio terminei, ao fim, de montar o meu puzzle XT. Debia ser testada e ca no verâo é totalmete prohibido andar d mota pelo campo, asim que tive que faze-lo en Marrocos. Qué disgusto!

A vola escrevei um texto e começei a traduzir para o portugués mais ía ser eterno e o resultado discutivel. Asím que peço desculpa por copiar o texto em castelhano, nâo da para más.


Probando la moto

Hace poco terminé de montar a Lucre V, mi quinta XT. La cosa se demoró bastante más de lo deseado. El grueso de la moto estaba listo en un par de días, todo limpito y bien engrasado; iba sobre ruedas, pero tuve atascos con algunos detalles y al final se me iban a ir un par de meses en tenerla lista para matricular, ¡dichosa electricidad! Finalmente tuve que recurrir a mi hermano, un auténtico hechicero que hizo la luz en mi moto. La matriculación también se atrasó tres semanas con lo que ya estaba metido en pleno verano, finales de julio es mala época para probar a Lucre. El verano no es para las motos pero las temperaturas extremas la testarán de una forma aún más exigente.

Prácticamente como quien va a comprar tabaco me levanto el sábado a la misma hora que para ir a trabajar pero…me visto de moto y poco antes de las diez estoy ya en la bodega del barco que me lleva a Melilla. Todavía queda media hora para zarpar y me reservo una tumbona en la cubierta. Aunque ya he visto parte de la costa granadina desde el mar con el kayak, disfruto intensamente de la vista de la costa alejándose y entre la muralla que suponen las Sierras de Lújar y los Guájares se vislumbra algo de nieve aún en la cara sur de El Caballo. En Melilla me tomo algo fresquito con una amiga y su marido que viven allí, cosa breve. Les prometo prodigarme más a la vuelta. Hace bastante calor y llegando a la frontera me doy cuenta que la primera hora de la tarde no es la mejor para cruzarla, están de vuelta todos los que han entrado a Melilla a hacer sus compras. Otras ocasiones la he pasado por la noche o por la mañana temprano y la cosa ha ido bien. “La hora del barco”, como dicen en Melilla, tampoco es buena. No miro el reloj pero calculo que he tardado un par de horas en entrar en Marruecos, y eso que con la moto me he colado entre el caos de coches.

Es un alivio subirme en la moto y empezar a moverme. En primer lugar me dirijo a Nador para buscar una oficina de cambio, apenas tengo 500 Dirhams y prefiero cambiar ahora para alejarme de la civilización. Mis intenciones eran encarrilarme directo para Midelt pero me acuerdo de Cala Iris y prefiero dormir allí al lado del mar que en cualquier caluroso lugar camino de Midelt. A mitad de camino de Alhucemas se me para la moto sin gasolina. No es posible, tenía tres o cuatro litros y ayer le rellene 10 litros de un jerrycan… sólo llevaré 140 o 150 km. Miro el depósito y tengo gasolina bastante, desconecto los macarrones y cae gasolina por el grifo pero no llega al carburador ni la veo circular por los macarrones, que son traslúcidos. Qué misterio. Reviso la fontanería del depósito y veo que una Y que conecta los dos grifos se ha rajado; lo curioso es que no tira ni gota de gasolina por ahí… Anulo un grifo y conecto directamente el otro al carburador. Todo arreglado, ha sido nada más que un susto. Habrá que decirle a Acerbis que cambie esa pieza por una metálica.

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En Cala Iris ya han terminado las obras del pequeño puerto y hay dos o tres restaurantes abiertos con bastante ambientillo; ya no es la cala salvaje que era hasta hace poco. Me entero de que han abierto un camping a un kilómetro en dirección al El Jebha y para allá que voy. Está aún sin terminar pero el tipo se atreve a pedir 80 Dirhams por la moto, la tienda y por mí. Ya es de noche, pero hace calor, así que me pego un bañito en el mar que me sienta de maravilla.

Por la mañana me doy cuenta, como ya me ha pasado otras veces, de lo atrevidos que somos de noche cuando no vemos lo que hay alrededor. Había pasado en un sentido y en otro varias veces por los caminos de la zona buscando el que lleva al camping, que no tenía señalización alguna, divirtiéndome tanto en subida como en bajada, cruzando en las paellas y apurando frenadas. Ya de día bajaba clavando antes de las curvas y pasándolas casi como decía el otro día el jevalí, girando el manillar como si llevara un trike…

Comienzo a subir el Rif hasta la carretera principal transrifeña y en Targuist tomo una pista que asfaltaron no hace mucho hasta Taunate. Es deliciosa para ir en moto. Hay de todo: curvitas, curvones, alguna larga paella, unos paisajes espectaculares y un no menos delicioso fresquito. Todo va de maravilla, hace casi tres años que no hago un viaje en moto y estoy pletórico. Voy más rápido, más despacio, paro a contemplar el paisaje y ni se me pasa por la cabeza sacar la máquina que llevo en el bolsillo para hacer una foto, pero al comenzar a bajar de la raspa principal del Rif empiezo a notar que la dirección se mueve. Paro un par de veces y hago algunas comprobaciones de presiones, de rodamientos pero no hay nada anormal. De repente noto un pinchazo atrás. Buen pinchazo: veo que un radio ha atravesado la cámara y sale por la cubierta, hay tres o cuatro radios partidos más. Retiro lo que puedo y ni me planteo desmontar nada, miro el mapa y hay un pueblecillo a un par de kilómetros así que me subo en la moto. Me sorprende la carcasa de la T63 que aguanta en medida 120 mucho mejor que en 130 sin aire en la cámara. Por suerte en la aldeíta hay un reparapinchazos con máquina y todo. Le cambiamos la cámara y hablo en plural porque el tipo nunca había desmontado una rueda trasera de moto, ni yo tampoco, pero explicándole cómo he visto hacerlo otras veces al final lo conseguimos. Quité todos los radios rotos y tensé como Dios, bueno allí imagino que Allah, me dio a entender. Quedo bastante bien y como en Fes vi que aguantaba bien, seguí hasta Azrou para reparar allí.

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Voy directamente a la zona baja de Azrou donde es más posible que encuentre un reparapinchazos . Doy con uno, les comento el problema y lo primero que hacemos es desmontar la rueda pero es domingo y los mecanicien cicliste están cerrados hasta el día siguiente. En esto llega el mecánico de enfrente y me dice que él encuentra radios y me arregla la rueda, así que me llevo la moto a su taller y mientras desmontan el neumático él se va con una muestra a buscar los radios, me encarga que le cuide el taller y allí me quedo. Vuelve al rato sin y confirma que hasta mañana nada. Gentilmente el dueño del negocio de neumáticos me ofrece dejar en su oficina el casco y las cosas que no me sean necesarias y cojo un taxi para que me lleve al hotel con mi petate.

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Al día siguiente estoy a primera hora con el mecánico buscando los radios pero no encontramos nada, así que cojo mi llanta y me voy a la parada de taxis para ver quién me la arregla en Meknes. El empleado de los neumáticos, un argelino de edad indefinida con el que hice buenas migas, me dio un papel con las palabras mecanicien cicliste en árabe y francés para que preguntara con él en Meknes, todo un detalle. Trato de informarme en la estación de taxis por los de Meknes y me dirigen a un sitio donde hay mucha gente esperando pero ningún taxi. Me acerco a una chica “guiri” como yo, que resulta ser francesa y va con su guía-acompañante marroquí, y le pregunto. No sabe lo que pasa pero que parece que no hay taxis para Meknes. Su guía se va a la estación de autobuses que está al lado y vuelve con los tres últimos billetes para un autobús que sale en un cuarto de hora hacia nuestro destino. Al final disfruto poco del paisaje pues les cedo a la francesa y su guía los dos asientos libres y yo me quedo en una silla que han colocado entre las dos filas de asientos del gallinero. No obstante el viaje resulta confortable, el bus hasta tiene aire acondicionado. El guía que le ha enseñado mi nota al revisor del autobús me avisa que me pararán antes de la estación en una zona donde puedo encontrar lo que busco.

Me despido de ellos dos que siguen hasta Kenitra a pasar unos días de playa antes de volver a París y empiezo mi peregrinaje por los mecanicien cicliste sin éxito. Se trata de una verdadera penitencia con los 42º y sin sombra por donde echarse. Medio derretido me vuelvo donde empecé y me bebo una maxi-coca-cola de las que hay por allí antes de preguntar al guardián de un parking por quién me podría arreglar la rueda. Me indica la zona de donde he venido y le digo que por ahí nana de nada. Me recomienda entonces que coja un petit taxi y que pida que me lleve a Najib el cicliste. Le pido una dirección y me asegura que es suficiente con eso y en efecto, paro al primer taxi que veo y con esas indicaciones me deja frente a un taller de bicicletas y motillos. Entro a preguntar por el venerable y afamado Najib a un chaval que hay con un motor de Mobilette en las manos y resulta ser él mismo. Me dice que vuelva en un par de horas y me siento en un café cercano para tomarme otro coca-colón fresquito, ¡qué caló! Doy una vuelta pero no veo nada interesante y como en la calle no se está a gusto me vuelvo al taller y me quedo allí.

El tal Najib no debe tener más de 25 años, pero se ve que utiliza bien las herramientas. En cuanto llega su hermano con los radios de repuesto le da unas instrucciones y se pone a montarlos. Cuando ha terminado Najib deja una Mobilette que no hay manera de arrancar, y les da la tensión final a los radios, corta las puntas que sobran y lo cubre todo con varias capas de cinta aislante. El trabajo parece muy bueno, veremos cuando las monte. Me pide 50 Dirhams (algo menos de 5 €), mi amigo el argelino de Azrou me había indicado que ese trabajo y los radios debería costar entre 30 y 40 por lo que en vista de la diligencia y la rapidez con la que han hecho la reparación le comento que el precio es un poco caro pero que parece que ha hecho un buen trabajo. Le pido que me de su dirección por si me vuelve a hacer falta localizarlo y me vuelvo en petit taxi a la estación de grand taxi para volver a Azrou. La experiencia del grand taxi fue la peor del día, a pesar de ser todos delgaditos cuatro en el asiento trasero son muchos. Mi body serrano no está acostumbrado a esas contorsiones - fijaros cuando adelantéis a uno, los pasajeros parecen angulas en lata - Por fin llegamos a Azrou y le digo al taxista que pare a la altura del taller. ¡Qué alivio! Montamos la rueda y me despido de todos. Primero voy a la gasolinera. Pienso en dormir entre los cedros en cualquier sitio pero con lo que llevo ya sudado me tienta más un camping que he visto viniendo desde Ifrane con el cartel de OPEN. No está aún terminado pero parece que será un camping bastante decente.

Ya al atardecer la ducha me sabe a gloria. Soy el único cliente del camping. Parece un zoológico: hay patos, conejos y gallinas pululando por ahí y en recepción toda clase de pájaros y aves exóticas. Por suerte toda esta fauna no armó mucho ruido durante la reconfortante y fresca noche.


Nada más salir el sol comienza a hacer calor, desmonto y vuelvo a Azrou a homenajearme con un buen desayuno en una de las pastelerías que hay allí. El día va a ser caluroso pero pronto se me olvida; la moto va perfecta, hasta me puedo soltar de manos y disfruto del tramo de la nacional entre Azrou y Khenifra, que no pisaba hace años y no recordaba tan revirado y divertido faldeando el Medio Atlas. Sí estoy atento con frecuencia de las ruedas y paro varias veces a comprobarlas. Entre Khenifra y Beni Mellal no hay forma de no acordarse del calor, sólo cuando comienzo a subir de nuevo se alivia un poco. Paro en Azilal a comprar algo de pan, agua y gasolina y en vez de hacer caso a las señales o al GPS se lo hago a mi memoria y comienzo a descender al valle de Bou Guemez por una red de enrevesadas veredas entre campos de cultivo que finalmente me dejan en la carreterita que pretendía tomar. La bajada al valle es una gozada en moto, no tanto en coche dada la estrechez y revirado de la pista asfaltada. El macizo del M´Goun al fondo destaca impresionante.

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Otras veces que he bajado al valle lo he hecho en coche pero en moto no tiene nada que ver, mi experiencia es algo místico, voy deleitándome entre el paisaje y una conducción tranquila y relajada hasta que una señal hace saltar la alarma, ¡colmenas! Rápidamente me cierro la visera del casco. Parece que el peligro ha pasado y me vuelvo a abrir la visera para disfrutar del aire en mi cara pero sin posibilidad de reaccionar me encuentro en mitad de un río de abejas que procede de otro conjunto de colmenas que no he visto y una me pica al lado del ojo izquierdo. ¡Y soy alérgico! Me paro y saco el Urbason del botiquín, le tengo pánico a las inyecciones pero no queda más remedio. Abro la ampollita del suero y la dejo sobre una piedra para abrir la de los polvillos. ¡Mierda! Se vuelca y se vacía, nada que hacer. Me tomo un anti-histamínico oral y sigo hasta Agouti que debe estar ya cerca. Llego a un albergue y le pregunto al propietario si tiene suero por si me hiciera falta para inyectarme el Urbason. Me dice que sí y me quedo más tranquilo. La picadura de la abeja por lo que se ve no me produce una reacción tan violenta como la de las avispas o tábanos. La verdad es que no recuerdo picaduras de abeja. Es temprano y ha pasado más de una hora desde que me picó sin que la reacción haya ido a más; con las avispas es bien diferente y si me pica una en una pierna son casi asegurados tres días de baja con la pierna en alto bien hinchada. Al fin decido, también por comodidad, quedarme en esta gite que ya conozco, catalogada como el hotel de lujo del valle.

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Voy a incidente digamos poco agradable por día, esperemos que con este se acabe. Por la noche la cara se me hinchó un poco más dejando libre, por fortuna, la zona que cubría el casco, imagino que por habérmelo puesto inmediatamente después de la picadura, luego sólo me molestaría el sol y el calor. Durante varios días ocurrió lo mismo, de día bajaba un poco la inflamación y de noche volvía a aumentar. Se hace de noche y me subo a la terraza. Como un poco y me dedico a contemplarlas estrellas. Me debo de quedar dormido porque cuando me voy a la cama es ya muy tarde, están todas las luces apagadas y no se oye a nadie.

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